Aquella noche extraordinaria en que un cielo iluminado, una luna ancha, un pequeño cañaveral y cinco palmas fueron testigos del grito profético de Fidel de ¡Ahora sí ganamos la guerra!, a Cuba le nacía la certeza de lo posible, desde la inquebrantable fe en la victoria de un puñado de hombres que la historia convirtió en miles, en millones.
Con Cinco Palmas nos viene a la memoria un abrazo memorable de hermandad, siete fusiles, unos pocos combatientes, la valiosa complicidad de los campesinos y la convicción de que los ideales no se traicionan.
Se evoca aquel emotivo rencuentro entre Fidel y Raúl, tras el azaroso desembarco de los expedicionarios del yate Granma; del revés de Alegría de Pío; de la persecución del enemigo; de la dispersión de la incipiente tropa, y del andar durante varias jornadas por una geografía abrupta, agobiados, además, por la sed, el hambre y el cansancio, y es difícil no estremecerse con tanta voluntad y capacidad de resistencia.
Fidel lo sabía. Y solo dos años más tarde de aquel rencuentro, de aquel abrazo “ “salvador” y de aquella frase optimista, el triunfo revolucionario del 1ro. de enero de 1959 le daría la razón.
En lo adelante, Cinco Palmas ha sido clarinada de triunfo en muchas batallas de los cubanos, porque en ese sitio sagrado se demostró que no existen metas imposibles cuando se sale a defender, al precio que sea necesario, el derecho a la libertad plena.Con esa confianza se levanta cada día este país en Revolución, que no se amilana ante las artimañas del imperio poderoso, que se crece a pesar de las dificultades, que no traiciona sus preceptos, y sigue apostando, desde la verdad, por un futuro mejor.